martes, 6 de mayo de 2008

Lancia. Vista aérea desde el suroeste.


Reliquias fusi exercitus ualidissima ciuitas Lancia excepit, ubi cum locis adeo certatum est, ut cum in captam urbem faces poscerentur aegre dux impetrauerit ueniam ut uictoriae romanae stans potius esset quem incensa monumentum.

[La muy poderosa ciudad de Lancia acogió lo que quedaba del ejército derrotado y, en ella, se luchó por ese motivo con una fuerza tal que, cuando pedían que se incendiara la ciudad una vez tomada, con dificultad el general consiguió que fuera indultada, con el fin de que permaneciendo incólume fuese mejor monumento de la victoria romana que devastada por el fuego. (FLORO, Epitome bellorum omnium annorum DCC, II, 33, 58-59)]



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EL YACIMIENTO DE LANCIA. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN.

1. Hasta 1996.

Las noticias iniciales sobre Lancia se pueden rastrear en el siglo XVI, efectuándose las primeras excavaciones en 1863, investigaciones que tuvieron continuación en 1867, 1886, 1887, 1919, finales de los años cincuenta y principios de la década siguiente, el periodo de los setenta y desde los años 1997 hasta el presente.

La vida del yacimiento antes de la época romana puede resumirse, sin ánimo alguno de exhaustividad, por los materiales aparecidos del Paleolítico Inferior, Neolítico Final y primeras fases de la Edad de los Metales, y Segunda Edad del Hierro.

Los momentos posteriores a la Segunda Edad del Hierro son mejor conocidos gracias a los datos derivados de las excavaciones y a las fuentes literarias. Después de las guerras cántabro-astures la vida del enclave continuó y es posible que accediera a la categoría de municipium en época flavia. En la zona nuclear del yacimiento, donde se han centrado mayoritariamente los trabajos arqueológicos y en la que se sitúan las termas, la actividad del yacimiento termina dentro del último tercio del siglo IV d.C.

El edificio de las termas se sitúa muy cerca de lo que debió constituir el centro urbano de la ciudad romana, en el paraje denominado La Encrucijada, y tiene adosado al este un macellum de reciente identificación.

La historia de las intervenciones y de los movimientos de tierras dentro del perímetro de este edificio se remonta al año 1919 en el que Blázquez y Delgado-Aguilera y Blázquez y Jiménez excavaron el perímetro Este, Norte y parte de la habitación absidada que se ubica al Suroeste de la construcción principal; en su publicación hacían referencia a que "...Estos lugares, como otros muchos, han sido objeto de remociones y destrucciones... (...) ...no podamos asegurar nada en cuanto a la disposición de esta parte por estar muy removida pues de aquí sacaron piedra en tiempos no muy lejanos...". Nuevamente Jordá ,desde 1957, retoma los trabajos que continuará hasta finales de esa década quejándose de lo ingrato de la tarea "...porque en realidad lo que hacíamos era nada más que reexcavar un sitio excavado y saqueado". Estas excavaciones afectaron a la totalidad del edificio romano y siguieron un orden inverso a las de Blázquez y Delgado-Aguilera que se puede rastrear en la descripción de que realiza de las mismas así como por la numeración de las habitaciones en el plano que publica, en la que sigue un orden correlativo derivado de la marcha de los trabajos. Tras otra pausa en la que sólo se realizaron en el yacimiento operaciones de limpieza y consolidación, en los años 1997, 1998 y 1999 se reanudaron los trabajos que consistieron, fundamentalmente, en la limpieza y análisis de las estructuras arquitectónicas así como en la realización de algunos sondeos selectivos en distintos lugares de la fábrica al objeto de solucionar problemas concretos. Nuevamente es preciso que hagamos nuestras las palabras de quienes nos precedieron en el esfuerzo en cuanto a la dificultad de la valoración de unos datos que en muchas ocasiones han desaparecido para siempre por los antiguos trabajos o por las remociones clandestinas.


2. Las últimas investigaciones en Lancia.


Durante los primeros años, entre 1996 y 1999 los trabajos se centraron en la investigación y acondicionamiento de los restos de las antiguas excavaciones, con las necesarias limpiezas y consolidaciones, así como la nueva excavación parcial de dos conjuntos: las termas y la hasta entonces llamada domus.

Los resultados de las primeras investigaciones se produjeron enseguida y no nos detenemos mucho en ellos puesto que fueron ya publicados en los medios científicos habituales y se refirieron a la redefinición cronológica y funcional de la denominada domus como un macellum con paralelos formales y cronológicos relativamente cercanos en el siglo II d. C. y a la matización cronológica y de uso del espacio ocupado por el conjunto de las termas, con la localización de los hasta entonces invisibles restos de la ocupación prerromana –de los siglos II y I a. d. C-, el establecimiento de la cronología relativa de las diversas fases del edificio romano y el planteamiento de hipótesis fundamentadas sobre su forma de utilización y uso .


Bajo algunas habitaciones de las termas aparecieron desde la campaña de excavaciones de 1998 restos de la ciudad anterior a la conquista romana que vinieron a ilustrar estratigráficamente una realidad ampliamente documentada por materiales aislados pero que nunca había sido constatada in situ.




3. La fase prerromana.

En nuestras excavaciones de los últimos años, como novedad, tenemos que señalar el hallazgo de los restos del poblado prerromano, tal vez el mismo que según las fuentes habitaron los astures sometidos en el año 25 a. C. por las legiones de Augusto, al mando del general Carisio, muy posiblemente la ualidissima ciuitas Lancia de la que hablara Floro. La importancia es notoria por cuanto, tras ciento cincuenta años de investigaciones, y hasta la fecha, -si bien eran muchos los objetos de esta fase que se habían encontrado en el yacimiento, en los vertederos del viejo poblado o sin contexto- nunca se habían reconocido unos restos que se intuían desmontados por la prolongada actividad de la ciudad de época romana.


Se trata de un conjunto todavía pequeño de suelos de tierra pisada, cubetas excavadas en el substrato arcilloso y rellenas de ceniza, áreas de fuegos, hogares, hoyos de poste, etc., que responden a los residuos de un área de hábitat, donde se localizan a la sazón, vestigios óseos y cerámicos que pertenecen a una fase cultural de la Segunda Edad de Hierro, que podría fecharse desde el S. II al I a. C., de marcado acento centromeseteño y, por lo tanto, emparentados con las culturas celtiberizadas. La localización de este área nos ha conducido a su valoración abriendo nuevas hipótesis sobre una mayor extensión de la admitida originalmente para el poblado prerromano, sobre el grado de integración de los intercambios con el medio circundante, de interesantes consecuencias en el marco geográfico en el que se inserta, así como acerca de los vínculos con las zonas próximas de clara identidad cultural .

Las estructuras más importantes se exhumaron debajo de la estancia VIII, según la numeración que Jordá asignara a las termas por él descubiertas, identificada posteriormente como apodyterium. Aquí se descubrieron dos niveles por debajo del suelo de época romana. El primero estaba formado por una superficie empedrada con pequeños guijarros de río, que se disponía sin demasiado orden sobre parte del área intervenida. Se destacaban en él la existencia de alineamientos de piedra del lugar, que, de momento, no se han identificado funcionalmente, a la par que se constataba la presencia de elementos desechados: fauna, restos de molino circular, etc. Este espacio parece corresponder a un lugar de tránsito, sin duda la que marca el final de la vida del poblado prerromano y la primera constancia de la presencia romana ya que en el mismo se halló algún fragmento de terra sigillata itálica.

La fase que precedió a este nivel, sin duda la más reveladora en cuanto a la clasificación cultural, se ha determinado por la presencia de alineaciones de agujeros de postes que enmarcan suelos apisonados de arcilla, en ocasiones estratificados, que, según nuestra interpretación, responden a estructuras que cerrarían espacios domésticos. Lamentablemente, no pueden ser conocidos en toda su extensión, debido a que los cimientos de las termas romanas se excavaron por debajo de este nivel, desmontándolos en parte. Lo que hemos descubierto hasta la fecha implica la presencia de empalizadas. Los hoyos oscilan entre 16 y 25 cm. de diámetro y hasta 35-40 cm. de profundidad, estando algunos de ellos rellenos con cantillo de piedra, restos cerámicos, óseos, arenas y gravas. Dos alineamientos discurren en dirección NE-SO. El primero se compone de trece hoyos en una disposición de clara tendencia oval, aunque al final, un par de ellos producen una clara inflexión hacia el oeste; mientras que el segundo, lo hace de forma paralela pero con cinco agujeros de mayor tamaño. En su interior se localizan espacios conservados desigualmente, ya que si bien el primero presenta una superficie de unos 15 m2, el segundo no llega a los 2 m2.

La primera de estas delimitaciones nos muestra un equipamiento claramente asignable a un ámbito doméstico. Esta atribución se debe a la presencia de una zona central alargada, ligeramente excavada por debajo de la cota de la base de los orificios, en donde se registraron varios elementos significativos como un pequeño horno doméstico de forma ovalada. Sus medidas son 90 x 60 cm., y del mismo se conserva el suelo de arcilla enrojecida por acción del fuego inscrito por los restos curvos de la bóveda, que, a su vez, estaba formada por varias finas capas de manteo de barro caídas dentro del mismo. En su exterior algunas bolsadas cenicientas contenían residuos de fauna, principalmente restos mandibulares de ovicápridos.

Dos metros al sur se conservaban manchas muy concentradas de carbones y restos de combustión sobre un suelo endurecido, en el que se apreciaban indicios de adobes. Estas características nos han llevado a pensar en un posible hogar, extremo no aclarado totalmente, ya que su morfología no se conserva en buen estado. Entre estos dos elementos se ha localizado un espacio enfrente del horno, que ha ofrecido el hallazgo de la boca de un gran vaso de almacenaje de cerámica celtibérica pintada, que, con toda probabilidad, se colocaría de forma semienterrada.

Al exterior del recinto descrito existen bolsadas de cantillos, planchas arcillosas de formas ovoideas que han sellado nuevos hoyos –de mayor tamaño- y paquetes de gravas, todo ello situado en un entorno de difícil comprensión funcional.

El resto de las evidencias de la fase prerromana han sido puestas de relieve en los cortes parciales de los suelos del edificio de los baños romanos. Véase, por ejemplo, la estancia IV donde una bolsada cenicienta deparó cerámicas celtibéricas y un mango de asta de ciervo; o la estancia I, donde se conservan residuos de suelos. Al Sur, en la zona que luego ocuparía la palaestra, se registraron bolsones oscuros y, también y especialmente, en el corte realizado en el pasillo distribuidor de las termas. En este lugar, bajo una zona de circulación que debe datar de la fase de construcción de las termas, se observó un suelo que contenía un pequeño silo y una cubeta rellena de carbón vegetal con cierre arcilloso de superficie enrojecida por el calor.

Al norte de las termas, fuera del edificio, donde Jordá había identificado una calle romana compuesta por cantos rodados, se realizó un sondeo en 1999 que puso en evidencia un enchinarrado muy cuidado, de canto pequeño de río, con ligera pendiente hacia el centro, de bordes regulares, en donde se había amortizado algún fragmento de molino de vaivén.

Buena parte de las características descritas manifiestan una ostensible relación con el centro de la Meseta, donde, cuando se exhuman niveles de ocupación de la fase cetiberizada, en los grandes poblados vacceos, aparecen por doquier “pavimentos de cantos rodados, enlosados de caliza, adobes alargados, pisos de arcilla, molinos circulares, enlucidos, hoyas excavadas, orificios de postes, etc”.

Tres aspectos merecen una especial atención entre los hallazgos producidos en este lugar del poblado, a tenor del análisis de los elementos internos: la planta de las estructuras del hábitat, su peculiar sistema de cierre y la posible funcionalidad. A ellos intentaremos una aproximación para el mejor conocimiento del oppidum lanciense.

En cuanto a la forma del perímetro que ciñen estas empalizadas -subrectilínea con cierta tendencia a la curvatura en el extremo-, sin que por el momento conozcamos las plantas completas, parece que podrían corresponderse con espacios de disposición alargada y de tendencia rectangular u oval. Esta configuración espacial recuerda a ciertas construcciones poligonales, dispuestas según un eje mayor, con paredes de adobe, localizadas en la fase más moderna del poblado celtiberizado de Manganeses de la Polvorosa, que suelen medir de 9 a 11 m. de largo por unos 3,50 de ancho y que se fechan en los siglos II-I a. C.. La apariencia poligonal alargada de las viviendas abriéndose a calles por sus lados más estrechos, también es habitual en otros poblados del territorio de los celtíberos.



Otro de los aspectos a considerar lo constituye el propio hecho de construirse el caserío con pilotes hincados. Hasta los años 90 las construcciones de hoyos de poste no eran muy conocidas en la Segunda Edad del Hierro de la Meseta, ya que, habituales en los primeros estadios de la cultura soteña, en las postrimerías del Bronce Final e inicios de la Edad del Hierro, su utilización parecía haberse diluido ante la eficaz capacitación de los constructores del adobe del Soto Pleno, a la que, ocasionalmente, complementaría la aparición de cimentaciones de zócalos pétreos en la edilicia de los oppida más planificados de la fase vaccea. La aparición, no obstante, de edificaciones de empalizadas no es rara cuando se ha excavado en el interior de los poblados vallisoletanos de esta fase. Se pueden ver en el Soto de Medinilla con varios ejemplos de plantas circulares y elipsoides en una zona central del poblado vacceo, fechadas en el S. II a. C.; allí no hay duda de que estas estructuras curvas coexisten con otras rectangulares, construidas tanto en materiales lígneos como en adobe, sin que por ello pueda interpretarse una mayor antigüedad de unas o de otras, o se pueda pensar en diferencias funcionales -en Montealegre por ejemplo .

Al tercer asunto, el de la de la funcionalidad, nos podemos acercar a partir de sus elementos internos, lo que nos lleva a clasificar la superficie mejor conservada como ámbito doméstico. Esta asignación la realizamos gracias al área del hogar, al que complementan el horno y el recipiente de grandes dimensiones de almacenaje. Los hogares poco estandarizados son bastante definitorios de las casas de la Segunda Edad del Hierro, y, aunque su tipología presenta evidentes variaciones en general y en comparación con los conocidos durante la Primera Edad del Hierro, se acusa un menor interés en que se diferencien bien del resto de los elementos de la construcción doméstica. Prueba de ello son los localizados en El Soto de Medinilla, Montealegre, Manganeses, Roa, Coca, etc. En cuanto a los hornos, relativamente frecuentes en la fase anterior, se han descrito menos evidencias en el Segundo Hierro.

Las cubetas rellenas de cenizas suelen ser muy comunes en el interior de los poblados celtiberizados, sin que tengamos una interpretación precisa de su primera finalidad; si su uso hubiera sido el de contenedor de desperdicios, ello abogaría en favor de la diversificación de espacios dedicados a tal fin, una vez que se constatan en este yacimiento, al igual que en todos los de la época, extensos cenizales o escombreras que jalonan el ámbito espacial circundante, dando así prueba de la existencia de una planificación territorial del entorno. Aunque todavía no conocemos bien su finalidad, cabe la posibilidad de otras utilizaciones originarias como hoyos rituales, encaje de recipientes de almacenamiento, depósitos de grano o silos, al igual que ocurría durante La Edad del Bronce.

Otro de los elementos relacionados con esa planificación espacial que es evidente en estos grandes poblados son las calles empedradas. Las que hemos localizado en el castro de Villasabariego no difieren de las conocidas, en los niveles de la Segunda Edad del Hierro, en el “El Pesadero”, en Manganeses de la Polvorosa y en Melgar de Abajo. En otros casos, gracias a las fotografías aéreas se han podido definir ejes viarios de los que partirían otros menores como es el caso de la Dehesa de Morales o Padilla de Duero.

Ante la posibilidad de que estas construcciones formasen parte de áreas marginales y funcionalmente diferenciadas, los hallazgos lancienses, aún no siendo concluyentes, parecen indicar que tal vez estamos en una zona central del núcleo de ocupación. La constancia de estas estructuras de habitación, las calles, los hoyos, la presencia de molinos de vaivén y circulares, apuntan en esta dirección en esta superficie bien conservada por lo escaso de las nivelaciones del urbanismo romano, el mismo que, más enérgico en otros casos, debió ser la causa de su destrucción

Los materiales arqueológicos nos aproximan a su cronología, tanto los hallados en los perfiles de los espacios V y VIII, así como en una zanja utilizada como basurero y sellada por la construcción de las termas, que debió afectar a los espacios V, IV, I, II, y exterior del XI. Entre las cerámicas predominan las torneadas de tipos celtibéricos que son las más numerosas en el conjunto arqueológico, aunque también se encuentran las fabricadas a mano: pequeños vasos de perfiles troncocónicos o en forma de S, con decoración de espigados impresos. Han aparecido algunos ejemplos de estampilladas de tipo castreño, pero su contexto es poco claro. También se localizó algún fragmento de cerámica torneada gris celtibérica y no es raro encontrar cerámicas comunes, también a torno. Entre las celtibéricas pintadas hay que mencionar algún gran vaso, como el localizado en la construcción a la que nos hemos referido, de borde saliente, sin cuello y con un galbo muy desarrollado, donde se disponen series de grandes círculos concéntricos contrapuestos pintados en la parte superior. Se encuentran también especies bícromas o polícromas evolucionadas que suelen comparecer al final de la Edad del Hierro, como ocurre en Arrabalde, en Padilla de Duero, Roa, etc.

Entre los diversos materiales localizados, merecen mencionarse aquí una fíbula de tipo simétrico, un resorte de fíbula y un botón con perforación central, todos ellos en bronce, así como algún mango trabajado en asta de cérvido.

Los escasos datos que de momento nos ofrecen los hallazgos arqueológicos nos han llevado a plantearnos una cronología para los niveles prerromanos hallados bajo las termas romanas, en torno a finales del S. II y, principalmente, durante todo el S. I a. de C..

La trascendencia de estos hallazgos localizados bajo las termas altoimperiales abre nuevas incógnitas sobre la extensión real del oppidum lanciense. Si en un principio pensábamos que el área ocupada en la Segunda Edad del Hierro podía llegar a 15 hectáreas, haciéndola coincidir con el “Pico del Castro” y “Las Paredinas”, hoy tenemos serias sospechas de que bien pudo superar el doble de esta superficie, incluyendo los pagos conocidos como“La Encrucijada” y el “ Alto del Talancón”. La pleyade de nuevos hallazgos de la Segunda Edad del Hierro bien situados dentro del yacimiento, nos lleva a proponer actualmente unas dimensiones en torno a 30 hectáreas para el área de habitación. Extensión superada si contamos con las importantes escombreras o cenizales descubiertos en el entorno y que pertenecen a este momento, claramente diferenciados de los de época romana. Si añadimos a esta extensión la existencia de otro poblado coetáneo muy cercano, ineludiblemente asociado al núcleo principal, a 1,5 Km de distancia -“La Griega”-, bien delimitado por fosos y, seguramente, empalizada, en una posición más elevada y dominante sobre el yacimiento más grande, la superficie de hábitat de este conjunto arqueológico, debió aproximarse a las 35 hectáreas.

Esto daría pie a pensar que se trata del poblado más extenso del territorio de los astures, y la aproximación no es baladí por cuanto ello es una prueba más de que el modelo de asentamiento prerromano reconocido aquí se aproxima cada vez con mayor nitidez al descrito para el centro de la Meseta. Aquel definido para el territorio vacceo principalmente .

Lancia, vista aérea. Foto: Junta de Castilla y León

4. La ciudad romana.

Merced a las investigaciones y a las fuentes literarias, las características de la ciudad romana posterior se conocen algo mejor. Tras las guerras de Augusto contra cántabros y astures la vida del asentamiento continuó. Éste pervive sin aparentes problemas durante el siglo I d.C. e, incluso, da muestras de un cierto vigor económico hacia el final de esa centuria y durante la siguiente, hecho que parece confirmar tanto el posible acceso a la condición de municipium en época flavia, como el impulso urbanístico que suponen la construcción del macellum a principios o mediados del siglo II d. C. y las thermae, quizá algo anteriores en su fase inicial pero modificadas a la vez que se construye el edificio comercial.

La condición municipal de la ciudad puede plantearse como hipótesis gracias a una inscripción de Tarragona:


L(ucio) Iunio Bl[andi(?)]
fil(io) Quirin[a]
Maroni Aem[il(io)]
Paterno Lancien[s(i)]
omnib(us) in re publica
sua honorib(us) functo
IIuir(o) bis sacerd(oti) Rom(ae) et
Aug(usti) conuent(us) Asturum
adlecto in quinq(ue) decuri[as]
[le]gitum(e) Romae iudicantium
flamini Augustali p(rouinciae) H(ispaniae) c(iterioris)
p(rouincia) H(ispania) c(iterior)

En ella el cursus honorum de Lucius Iunius Maro Aemilius Paternus se desarrolla en orden directo como una carrera típica con progresión lógica que parte del desempeño de cargos como el de duumuir por dos veces en Lancia y que, pasando por la capital del Conuentus, Asturica Augusta, con funciones religiosas, termina en Tarraco con otros cargos tanto civiles como religiosos. La mención del Conuentus Asturum excluye el que nos encontremos ante una origo distinta a la del enclave astur como, por ejemplo, la de los lancienses transcudanos cuya presencia es relativamente abundante en la epigrafía peninsular. De igual forma, la posible relación con la familia de Lucius Aemilius Paternus que se delata en los cognomina de Maro abona más la tesis de la procedencia astur, ya que éste personaje sirvió en la legio VII Gemina, cuya base principal se situaba, como es bien sabido, en la actual León, a unos 15 Km de la ciudad de Lancia. Por otro lado, la pertenencia a la tribu Quirina demuestra una cronología flavia o postflavia que Alföldy concreta entre los años 110 a 140 de la Era. Es así cronológicamente posible una concesión del estatuto municipal flavio para Lancia en el último cuarto del siglo I d. C., el desempeño de una magistratura municipal por parte de Maro en su ciudad natal y la culminación, ya bien entrado el siglo II d. C., de su carrera política en Asturica Augusta y Tarraco.

Sin embargo, a pesar de una evidencia epigráfica que no parece plantear recelos en otros casos, hemos de hacer constar que la municipalización flavia de Lancia no es admitida por algunos autores. Los motivos que llevan a esta toma de postura son variados. Los más inmediatos a la evidencia epigráfica sostienen que la presencia de cargos en el cursus honorum de Maro como los de duumuir no presuponen un estatuto jurídico municipal en la ciudad ya que éstos y otros parecidos como los de flamen, aedil, decurio, etc. aparecen en otras comunidades como uici o pagi en Italia o en África. Por otro lado, pero con una importancia no menor, detrás de estas posturas, todavía permanecen latentes las viejas reservas con respecto a las características finales y extensión verdadera de la ciudadanía concedida por Vespasiano, sobre todo en lo relativo a los territorios septentrionales de la Península Ibérica. También es preciso poner de manifiesto nuestra impresión que estas reservas son a veces forzadas por la excesiva importancia que a éste fenómeno se le ha querido dar en cuanto a su significado desde un punto de vista social e incluso urbanístico, cuando en realidad debió de ser un proceso complejo, con multitud de matices e incidencia muy variable según los casos.


Naturalmente, desde el punto de vista epigráfico, es posible discutir tanto como queramos ya que la existencia de una sola inscripción, si no se acepta como definitiva, nos coloca en un callejón sin salida. Quizá este estado de la cuestión puede cambiar en algo si analizamos los nuevos datos arqueológicos. Hay que advertir de entrada que no se trata de elementos que solucionen el problema de forma irrebatible pero que, a nuestro juicio, vienen a dar la razón o, al menos, un mayor peso de prueba a un epígrafe que nos dice que este personaje fue duumviro en Lancia. Desde el punto de vista arqueológico todo parece indicar que los dos edificios que conocemos un macellum y unas pequeñas termas pertenecen cronológicamente a los últimos momentos del siglo I d. C. o principios del II, éstas últimas, y a principios o mediados del siglo II, el primero. Por otro lado, ahora sabemos gracias a la fotografía aérea que el foro de la ciudad se encuentra probablemente muy cerca de estas fábricas, con lo que es posible que se trate de obras muy ligadas al área forense en cuanto a su desarrollo a partir de un momento determinado. No es necesario, pero tampoco infrecuente, que programas arquitectónicos de cierta envergadura que afectan al centro ciudadano o a elementos adyacentes coincidan con los cambios de estatuto jurídico de las ciudades en época romana. En unos casos las nuevas necesidades administrativas explican la aparición de ciertos edificios que tienen que ver directamente con el poder imperial, como los templos de culto al emperador, por ejemplo, o con la forma de administrarlo, como es el caso de las curias, archivos, basílicas, etc; en otros sitios es simplemente el evergetismo que acompaña a estos procesos el que explica el desarrollo complementario en forma de edificios más o menos secundarios del tipo de los lancienses: termas, mercados, pórticos, etc. El caso que nos ocupa parece ese en hipotética concordancia con una supuesta concesión del estatuto municipal en época flavia, siendo estos dos edificios producto de las remodelaciones urbanas que se realizaran en el centro cívico, pudiendo ser, por sus dimensiones bastante pequeñas, muy adecuados como producto de alguna acción evergética en eventual conexión con los bien conocidos procesos de acceso a la ciudadanía romana por medio del desempeño de magistraturas municipales que deberían explicar, al menos en parte, el florecimiento edilicio en la Hispania de finales del siglo I d.C.

La presencia del macellum todavía es más ilustrativa por dos motivos: el primero es el de la conexión que parecen presentar muchos de estos edificios con el desarrollo jurídico de las ciudades y con la necesidad, a partir de un cierto momento, de fiscalizar y controlar -pesas, medidas y precios, por ejemplo- una parte importante de las mercancías que se venden en la ciudad mediante un lugar cerrado y sometido a la jerarquía municipal; el segundo afecta a las motivaciones de su presencia o no en enclaves urbanos al tratarse no de un mercado de productos de todo tipo sino de un centro comercial exclusivamente alimenticio y más concretamente de aquellas viandas más sofisticadas, exclusivas y por ello más caras a disposición de las capas sociales más pudientes de la ciudad. Sólo la presencia de estas élites –que muchas veces propician también a través de un acto evergético su existencia- justifica la construcción del macellum, precisamente el mismo condicionante que explica la concesión de estatutos municipales en época flavia. Volviendo al principio de la argumentación, no es que pensemos que se trate de razones sin posibilidad de controversia ni que el proceso alterara de forma sustancial el desarrollo de la ciudad pero, al menos, al tan discutido dato epigráfico del duunviro lanciense parece que vienen a apoyarle otros argumentos que hacen de la supuesta municipalización una hipótesis cada vez más verosímil.




LAS THERMAE Y EL MACELLVM EN LA ZONA CENTRAL DE LA CIUDAD




Los edificios mejor representados de esta fase son las citadas termas situadas en el centro de la ciudad y otras, menos céntricas, en la zona denominada Valdealbura, de las que se conocen solamente dos estancias de forma incompleta, una calefactada y otra que no lo está. Las primeras, aquellas situadas en el centro urbano, son unos ejemplares de tamaño medio y eminentemente funcionales en las que se adosan los típicos espacios dedicados a vestuarios, salas de baños fríos y calientes, así como otras estancias no menos importantes como los espacios para practicar ejercicios físicos o las letrinas. Este edificio, en su última fase de uso estaba dividido en dos espacios diferentes, probablemente para facilitar su uso por mujeres y hombres al mismo tiempo. Desgraciadamente, el reaprovechamiento continuo de los materiales constructivos hace que hayan llegado a nosotros en un estado de conservación mediocre.


THERMAE DEL CENTRO




El edificio del macellum presenta tres cuerpos: una zona de entrada que se abre a uno de los cardos (probablemente el cardo máximo) de la ciudad, un cuerpo en donde se situan las tiendas, que son seis en total, y un patio trasero, probablemente dedicado a funciones de corral para estabular el ganado que posteriormente se sacrificaría y vendería en el mercado.



MACELLVM





NOTA BIBLIOGRÁFICA



Los datos consignados más arriba han sido resumidos, mayoritariamente, de Celis Sánchez, J.; Gutiérrez González, Mª.J.; Liz Guiral, J., “Las investigaciones en el yacimiento arqueológico de Lancia (Villasabariego, León) entre los años 2000 y 2005: apuntes para un balance de resultados, Lancia, 6 , León 2004-2005, pp. 109-126, así como, en menor medida, de otras obras de estos mismos autores cuyas referencias completas se citan a continuación; allí se pueden consultar las referencias concretas a la bibliografía siguiente:

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FUENTES LITERARIAS ANTIGUAS: La presencia de la ciudad de Lancia en las fuentes antiguas es abundante. Ptolomeo la cita como una más entre las ciudades de los astures, (Ptol., Geogrph. II, 6, 28); el Itinerario de Antonino la sitúa en la vía I a nueve millas de la mansio de ad legio VII Gemina, (Itin. Ant., 395, 3); Plinio el Viejo menciona a los lancienses como pueblo dentro de los astures, (Plin., Nat. Hist. III, 28.); Floro narra su caída a manos de Carisio y cómo éste la respetó la después de haber derrotado allí a los restos del ejército astur al final de las Guerras cántabro-astures para que "sin quemar fuese mejor monumento de la victoria romana", (Flor., Epit., II, 33.); Dión Casio relata el mismo episodio y, para compensar lo poco que conocemos arqueológicamente el yacimiento prerromano, le otorga el calificativo de "la ciudad más importante de los astures",(D. Cass.. Hist., LIII, 25, 8); para terminar, Orosio nos da una versión prácticamente idéntica de los hechos en sus Historias contra los paganos, (Oros., Hist, VI, 21, 10.); fuentes antiguas y medievales así como historiografía del yacimiento han sido recogidas en González Alonso, E., (1997) Op. cit.








3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola.

Solamente realizo este comentario para mostraros mi agradecimiento por la magnifica información sobre Lancia que figura en vuestra página. Por fin alguién nos explica de un modo claro las excavaciones que en tantas ocasiones he visitado. Ni en la web del Ayto de Villasabariego ni en la de la Diputación se puede obtener tanta información.

Me parece este blog una iniciativa admirable desde todos los puntos de vista. Lo digo además desde la perspectiva de un descendiente de Villafañe.

En fin Gracias.

Anónimo dijo...

Extraordinario BLOG, felicitaciones

Anónimo dijo...

Hola! que ha pasado? se ha acabado el juego?? puff..

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